Fatiga pandémica: ¿hay mayor conciencia de la importancia del bienestar mental?
Por Enrique Ruiz Martín, director general de
RGA re International Ibérica
Como todos sabemos, la pandemia ha provocado una grave crisis sanitaria y ha precipitado una recesión económica. Además, estamos sufriendo catástrofes medioambientales, así como una inquietante agitación política y social. Todo ello está afectando a la salud mental y al bienestar de la población de forma muy significativa. Sus consecuencias podrían desembocar a corto plazo en una crisis secundaria de salud mental.
En el reciente informe dirigido por Unespa “Impacto de la Covid-19 en las conversaciones sobre el futuro del sector asegurador”, se concluye que con la pandemia “se están creando nuevas amenazas invisibles, miedos que afectan a la forma de vida de las personas, preocupaciones que antes no se tenían en cuenta. En contra de lo que se pensaba que serían las amenazas del mundo moderno (guerras, catástrofes naturales…), se han instaurado nuevas amenazas relacionadas con aspectos más abstractos y subjetivos.”
La gente se enfrenta a la ansiedad, al miedo, al aislamiento, a las preocupaciones financieras y a la incertidumbre sobre su estado de salud. Las familias han tenido que afrontar el aislamiento de sus seres queridos que han muerto en hospitales y residencias de ancianos sin poder verlos para darles un último adiós. Muchas personas han perdido sus empleos, sus negocios. Los trabajadores de muchos sectores, sobre todo del sector sanitario, se arriesgan a contraer la enfermedad para garantizar el funcionamiento de la sociedad. Hay estudios que muestran también un aumento del consumo de alcohol y de la violencia en el ámbito doméstico. Y para quienes ya luchaban con problemas de salud mental antes de la pandemia, la carga es aún mayor.
Otro problema para gran parte de la población es la omnipresencia y el carácter cambiante de las noticias sobre la Covid-19. Paradójicamente, los más preocupados son los más propensos a buscar información, en teoría tratando de reducir la incertidumbre. Sin embargo, esta saturación de información puede fomentar aún más la ansiedad.
Las diferentes percepciones del riesgo y los distintos niveles de tranquilidad a la hora de afrontar la incertidumbre hacen que no todos actuemos de la misma manera a la hora de tomar medidas de precaución. Para los más rigurosos en el cumplimiento de las normas, ver a otra parte de la población mucho más relajada puede, en sí mismo, provocar frustración y estrés adicional.
La Organización Mundial de la Salud se refiere a todo este fenómeno como Fatiga Pandémica. La define como «una respuesta natural y esperada a una crisis de salud pública prolongada«. Es, por tanto, una reacción que tiene que ver tanto con nuestra mente como con nuestro cuerpo, cuando nos enfrentamos a una situación grave y duradera. Y esta respuesta puede conducir a una crisis de salud mental.
¿Cómo podemos hacer frente a este fenómeno?
Las pautas tradicionales, como hacer ejercicio de manera habitual, mantener las interacciones sociales, e incluso no dejar de asistir al centro de trabajo, están ahora muy limitadas por la necesidad de distanciamiento social.
Una reacción común es recurrir a la medicación. En España, la prescripción de productos antidepresivos ha seguido una tendencia al alza desde el inicio de la pandemia, tal y como muestra el tercer análisis de “Tendencias Cofares” – una de las mayores cooperativas y distribuidoras farmacológicas de España. Según este estudio, en el periodo de septiembre a noviembre de 2020 (correspondiente a la segunda oleada), el uso de antidepresivos aumentó cerca de un 6% respecto a 2019 en el mismo periodo.
Una sencilla búsqueda online muestra que la Covid-19 ha aumentado la concienciación sobre la salud mental, y existen múltiples aplicaciones, programas y recursos para apoyar el bienestar mental. Sería imposible resumir en este artículo todas las medidas propuestas, pero me gustaría destacar alguna idea.
- Sin ignorar ni minimizar las graves consecuencias de la pandemia y las necesidades específicas de quienes padecen trastornos mentales, todos debemos intentar centrar nuestros pensamientos en los aspectos positivos. Cuando estamos deprimidos o estresados, lo vemos todo a través de un cristal que no deja pasar nada positivo. Sin embargo, este periodo nos está enseñando a valorar cosas que habíamos dejado de lado, como la importancia del tiempo en familia. Y muchas otras: la mejora de los niveles de contaminación por el menor uso de vehículos, el ahorro de tiempo en los desplazamientos, la aceleración en el uso de tecnologías que mejoran nuestra calidad de vida, la solidaridad social en momentos de necesidad, y un largo etcétera. Escoge las que tengan más sentido para ti y céntrate en ellas.
- Hay muchas referencias a «la nueva normalidad» en lo que respecta al trabajo a distancia y al contacto virtual con clientes. El año pasado nos ha demostrado que estas prácticas -que antes se veían con muchas dudas- pueden ser muy eficaces. Tal vez nuestro nuevo entorno laboral refleje también una mayor conciencia de la importancia de la conexión mente-cuerpo, e impulse la aparición de nuevos productos y servicios, así como el compromiso de las empresas de apoyar el bienestar mental de sus empleados.
- Además, la tecnología que nos ha permitido trabajar desde casa también facilita la posibilidad de conectar con el asesoramiento en cuestiones de salud mental, ya que nuestros teléfonos inteligentes y tabletas ofrecen al público, a los médicos y a los investigadores nuevas formas de acceder a la asistencia, controlar los avances y mejorar nuestra comprensión del bienestar mental.
Un último apunte relacionado con el sector asegurador; es gratificante ver cómo ha respondido a sus clientes durante esta pandemia. Desde marzo de 2020 ha demostrado su firme compromiso con el servicio a la sociedad a través de numerosas acciones, como la ampliación de las coberturas y la atención a los asegurados, más allá de lo que establece el texto de las pólizas. Creo que estas acciones están ayudando a mitigar el estrés y la fatiga pandémica y, esperemos, a minimizar el riesgo de una crisis de salud mental.