El día que a mí me robaron una mochila y mi empresa perdió mucho dinero
Por Sergio Balsa, co fundador y CSO Global de Insurama
Hace unos años, cuando el teletrabajo nos sonaba a Sillicon Valley, a grandes tecnológicas y a CEOs con 27 años, cuando los ordenadores con los que trabajábamos en la oficina eran armatostes de 10 kilos y el ratón inalámbrico solo era para ejecutivos, tuve la suerte de recibir un portátil que podía llevarme a casa cuando lo necesitara. En la empresa en la que trabajaba por aquel entonces estaban comenzando a hacer este cambio, transformación digital le llamaban.
A mí el nombre me daba igual. A mí, lo que me interesaba de verdad era este nuevo estatus de modernidad y, sobre todo, de libertad. No me importaba llevarme este portátil a casa casi todos los días, iba en coche a la oficina así que no me resultaba pesado cargar todos los días con él. Sin embargo, unos meses después, mi coche se estropeó y no tuve más remedio que coger un bus para ir a la oficina. Cuanto llegué a la parada aún quedaban unos minutos para el que me tocaba coger, así que me senté. Un chico, no mucho más joven que yo, se sentó al lado y, al poco, se levantó y se montó en su bus. A la llegada de la línea 5, miré a mi izquierda en búsqueda de mi mochila y justo en ese momento comprendí lo que acababa de pasar: ese chico que se había sentado a mi lado para unos segundos se había llevado mi mochila. Yo ni me di cuenta. Por supuesto, jamás recuperé la mochila con mi moderno portátil dentro.
Mi historia no es real. Pero sí lo es para, podríamos atrevernos a decir, miles de españoles. Miles de trabajadores que por un simple despiste pierden sus dispositivos corporativos (portátiles, móviles, tabletas, etc.) por culpa de alguien con unas manos más largas de la cuenta. Tampoco debemos olvidar los robos con violencia, muy a la orden del día en las grandes ciudades. Sea como fuere el resultado es el mismo: un dispositivo electrónico o varios desaparecidos, mucho trabajo perdido y varios cientos de euros (o miles) menos.
Muchos de los posibles protagonistas de mi historia seguramente trabajen en grandes corporativas y pensarán que no pasa nada, que tienen presupuesto para comprar un portátil o 15 más si fuera necesario. Lo mismo ocurre con un pequeño descuido que desemboca en una rotura o en una bebida derramada encima del teclado. Y, posiblemente, puedan hacerlo, pero no debemos nunca olvidar la responsabilidad que tenemos, unos como empleados y otros como empleadores, de proteger los equipos con los que realizamos nuestra actividad diaria. Porque da igual el tamaño, al final son costes extra que lastran en mayor o menor medida las cuentas de las empresas.
Si las compañías protegen sus oficinas, a sus empleados o sus flotas de vehículos, ¿por qué no aseguran la herramienta esencial a través de la que sus trabajadores generan valor? En este sentido, y según nuestros propios datos, en España más del 90% de los dispositivos de empresas (que no se adquieren bajo la fórmula de renting) no disponen de un seguro específico ante desperfectos, roturas, hurtos o robos. Esto ya era una fuente de costes impredecible para las empresas antes de la pandemia, pero como consecuencia del auge del teletrabajo (desplazamientos con dispositivos, trabajo en entorno fuera de la empresa…) se ha acelerado. Nosotros estimamos que el porcentaje de dispositivos electrónicos corporativos que van a sufrir algún tipo de desperfecto ha pasado del 10%, antes de la pandemia, al 15% actual. Y esto solo en unos años.
En contraposición, la mayoría de las empresas suelen creer que los seguros de los que ya disponen cubren este tipo de eventualidades, pero rara vez así y se llevan más de una sorpresa. Por ello, la fórmula más habitual de las empresas hasta ahora ha sido el reemplazo automático de los dispositivos con el correspondiente desembolso económico que esto supone, sin caer en que ya hay en el mercado múltiples modalidades de micro seguros específicos que cubren tanto la reparación o el hurto y que incluso pueden bloquear de forma remota estos dispositivos.
Porque al final, el objetivo de cualquier tipo de seguro es convertir en fijo y predecible un coste volátil e inesperado. En definitiva, certidumbre. Eso es lo que necesitan las empresas en estos tiempos convulsos. Y, si hay herramientas sencillas a nuestra mano que nos ayuden a conseguirla, ¿por qué no hacer uso de ellas?